La palabra Cerámica viene del griego KERAMIKÉ, derivación de KERAMOS, que significa “arcilla”. Por «Cerámica» se entiende el conjunto de actividades destinadas a la fabricación de objetos de toda especie, decorados o no, a partir de barros de cualquier tipo. La arcilla posee la propiedad de moldearse fácilmente en su estado plástico y de endurecerse por efecto del secado o de la cocción.
La cerámica es una de las técnicas más antiguas utilizadas en la manufactura de utensilios y productos para la construcción y ornamento de las edificaciones, para el almacenamiento y transporte de productos (especialmente géneros alimenticios), etc. La explotación del barro se remonta al período neolítico (8.000 a.C.).
En los finales de la Edad de la Piedra, se inicia la cocción de la arcilla en el horno. Este proceso, que confiere a los productos obtenidos importantes propiedades de resistencia, va a permitir su utilización en la ejecución de proyectos más ambiciosos, tales como la famosa Torre de Babel, la Gran Muralla china y la inscripción de los primeros jeroglíficos.
Se debe a los romanos el desarrollo y el perfeccionamiento de las técnicas cerámicas, la generalización de su utilización en los diversos tipos de edificaciones y la divulgación de sus secretos por los pueblos y civilizaciones del Imperio.
La palabra Teja tiene su origen en el término latino TEGULA, con el cual los romanos designaban las diversas clases de tejas que utilizaban en la cubierta de las edificaciones. Algunas piezas que han quedado de esa época llevan inscrito el nombre del fabricante.
El empleo de la teja es casi tan antiguo como el del ladrillo, pero el avanzado estado de ruina en el que se hallan los monumentos anteriores a la época romana que han llegado hasta nuestros días no nos permite hacer una idea exacta de cómo eran las cubiertas y de cómo y cuándo comienza la utilización de las tejas.
Se generaliza la utilización de la teja, y dadas sus calidades de resistencia y durabilidad, pasa a utilizarse también como elemento decorativo. Surgen así las piezas accesorias, a veces pintadas, con forma de cabeza de mujer, flores y hojas, animales, etc., que se utilizan como complemento a las otras piezas de la cubierta.
En 1841, una invención vino revolucionar el mercado de las tejas: los hermanos Gilardon d´Altkirche, franceses, de Alsacia, inventan las tejas de encaje. Y es así que surge, más tarde, una nueva teja, resultante de la combinación de la Tegula y la Imbrice: la teja Lusa, conocida en el sur de Europa por “Teja Portuguesa”.









